Cultura, ¿para qué?
No sigamos desperdiciando oportunidades; el arte continúa trabajando en la base de nuestra sociedad, está ahí, haciendo lo que debe hacer. Depende de nosotros tomar conciencia de su verdadero rol, de su importancia...
Por Sergio Pravaz
Poeta-Periodista (Rawson)
No es remoto pensar que la actividad cultural es uno de los elementos que nos ha permitido evolucionar como género hasta ser lo que hoy somos. Cuando bajamos de los árboles y le robamos la caverna al tigre, hallamos la posibilidad de resolver algunas cuestiones que echaron un poco de luz sobre la noche de nuestra mente y nuestro corazón alejando así nuestros más elementales temores. Descubrimos el fuego y resolvimos tres problemas básicos: a) acabamos con la oscuridad y el frío; b) cocinamos al tigre que ya habíamos matado; c) comenzamos a soñar tranquilos y pintamos la realidad sobre las paredes de nuestra nueva casa, es decir, comenzó el arte y la tecnología. Cuando salimos de la cueva, ya estábamos dispuestos a conquistarlo todo; la cultura nos daba el apoyo necesario para erguirnos de pie sobre el mundo y avanzar.
Ahora bien; el tiempo transcurrió, mordió todos los pliegues de la historia y llegamos a este momento que nos ha tocado en suerte y en el que por lo visto, hemos olvidado por completo las enseñanzas y el significado. Hoy debemos observar como el Estado (nacional,
provincial o municipal) ha firmado y entregado el certificado de defunción de su antiguo rol de promotor de la actividad cultural; esto es una realidad tan contundente como alarmante; políticas erróneas, mezquinas o directamente equivocadas son las que pretenden sostener la dinámica de una actividad que sobrevive a duras penas sobre la base de los esfuerzos individuales de sus creadores, sus esfuerzos colectivos, sus intentos de cooperación, autogestión, en fin, toda una gama altamente creativa pero de mucho riesgo, ineficaz y muy frustrante. Tampoco vemos que esa suerte de mecenazgo algo disperso que antaño ejerciera el Estado haya sido suplantado por la actividad privada, más allá de unos pocos intentos, más oportunistas que nobles y genuinos.
Sabido es que el arte surge de cualquier modo, a como de lugar; basta el soplido inquieto del hombre para que surja, un temblor, una mirada furtiva, una decisión; gran cantidad de ejemplos podrían abundar en una lista que sería interminable, lo que nos hace pensar cuanto mejor nos iría como nación, como provincia o como municipio si supiéramos planificar nuestras acciones, si fuésemos capaces de olvidar nuestros gestos de soberbia acompañando la actividad de nuestros creadores sobre la base de proyectos de trabajo mensurables en el tiempo, alejándonos lo más posible de la interna, la coyuntura y la escasa visión que suelen tener nuestros funcionarios públicos cuando se disponen a promover la "gran política cultural".
Un ejemplo para finalizar y del cual hay mucho para aprender, salvando las distancias ciertamente, pero observando la actitud que bien debería ser la nuestra (derrotistas, miopes, imberbes, voluntaristas y faenadores de la interna, abstenerse, por favor). El eje de la campaña política de Francoise Mitterrand a comienzos de la década del '80 que lo llevó a la presidencia de Francia por algo más de una década fue netamente cultural. El concepto de cultura fue un eje, un elemento central de gran vitalidad y no algo fronterizo y hasta molesto como la conciben en nuestro país quienes ejercen temporalmente el poder. No está de más apuntar que André Malraux, el gran escritor galo y ministro de cultura de De Gaulle dijo: "En épocas de crisis es cuando el Estado más debe invertir en cultura". Otro ejemplo para destacar es el trabajo formidable que ha desarrollado Cuba masificando el concepto de cultura y destinando de manera ejemplar y rigurosa los pocos recursos que dispone a la circulación general de ese concepto en todos los ámbitos, para que haga raíz y llegue esa "otra primavera" que nosotros aún no hemos ni alcanzado a soñar. El gran Armando Hart Dávalos, aquel memorable ministro de cultura de Cuba y dirigente histórico de la lucha en las ciudades durante la revolución, aún afirma que "la cultura es una herramienta para elevar la política". Por otro lado no está de más apuntar que cualquier revolución (sea de izquierda o de derecha) opera primeramente sobre su paisaje cultural a fin de hallar el sustento que le de marco a ese proceso en combustión.
No sigamos desperdiciando oportunidades; el arte continúa trabajando en la base de nuestra sociedad, está ahí, haciendo lo que debe hacer. Depende de nosotros tomar conciencia de su verdadero rol, de su importancia, ya que el Estado (en plena retirada) parece haber depositado su mirada sobre otras cuestiones, algunas de ellas francamente inconfesables.
PUBLICADO: Junio 25, 2003 11:48 AM
Muy buena la nota... sólo quiero citar una frase de Arturo Jauretche (escrita en otro contexto, pero muy relacionada con lo expuesto en la nota): “A la estructura material de un país dependiente corresponde una superestructura cultural destinada a impedir el conocimiento de esa dependencia.”
saludos, Andy Tapia